David Alpuente y Diego L. Rodríguez, nos llevan muy de la mano en esta novela, a priori de fácil lectura y trepidante seducción.
La magia de este trabajo, reside muy mucho en la mirada del lector/a, que si bien, resulta sencillo llegar hasta el final de este exquisito paseo, no tanto, y esto requiere cierto tiempo y decantación, el ir descubriendo la sabiduría y la enseñanza vital que se esconde en cada uno de los párrafos. Creo que es un trabajo en el que es necesario pararse, contemplar, mirarse, y descubrir como la persona que lo lee forma parte de esta historia desde el principio, donde la vida se desgrana en pequeñas perlas de aprendizaje y en el que una mirada y corazón atento es capaz de descubrir. Muy recomendable una segunda lectura del mismo, volviendo a releer aquellas palabras donde uno puede reconocerse o sentirse afectado. Sólo así se descubre que este viaje, a priori fácil, revela, que lo mejor del mismo, está en descubrir, muy poco a poco, toda la sabiduría que encierra, llamada a ser desvelada y encarnada por el /la que lo transita.