Incómodo como un espejo al principio y buen compañero al final

He tenido la oportunidad de leer detenidamente la obra de David Alpuente y Diego L. Rodríguez. Es un libro difícil de catalogar y que desde luego vale la pena leer. No es una novela, tampoco es un libro de autoayuda, ni es un ensayo sobre el optimismo, el dolor o el perdón, y al mismo tiempo es un poco de todo lo anterior.
Al comenzar a leerlo nos encontramos con un personaje con algún rasgo parecido a Holden Caulfield, el personaje de J. D. Salinger en “The catcher in the rye”. También, como en el libro de Salinger, nos damos cuenta de que todos hemos tenido y tenemos algo de Pablo, pero también de Jorge y de la madre de Jorge, de Sandra y por supuesto de su padre.
Cada personaje exacerba una característica humana, y más allá del hilo conductor de la historia, alternado con un relato supuestamente autobiográfico de Diego, que nos lleva de la mano a través de una historia de superación de una situación verdaderamente dramática. Creando una historia dentro de la historia del aparente protagonista del libro, Pablo.
El hilo de tensión de la narración es tremendo, a veces hay que bajar el libro, y respirar hondo para seguir leyendo. De este modo, con cada parada, cada instante de reflexión, los autores David y Diego van consiguiendo que el lector recapitule sobre su propia vida, su propio actuar hasta el presente y se prepare para afrontar un cambio en el futuro.
Sin duda, es un libro que vale la pena ser leído. Ahora bien, no es un texto para hojearlo en el metro, o en un aeropuerto entre vuelo y vuelo. Es un libro para leerlo en actitud abierta a la reflexión y al cambio y eso exige de silencio y de un poco de introspección. Yo así lo he leído y lo he disfrutado.
La reflexión que incorpora sobre como afrontar el propio destino, el dolor, la amistad, la generosidad y el perdón, está magníficamente dibujada a lo largo de las vivencias de Pablo y Diego, en sus narraciones paralelas.
Lo mejor de este libro es que como en todos los libros buenos, uno se queda con ganas de más. De saber más cosas de la madre de Pablo, de Kasim, de Sandra… y como no de Álvaro, el maestro de los abrazos que me recuerda mucho al autor, Alpuente.
Así que esperemos, que este trabajo sea el primero de otros, y podamos seguir leyendo y creciendo con textos sabios y que despiertan la bonhomía y la filantropía como este.

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